
Fakes news, posverdad y lawfare – Once tesis sobre política y comunicación
27 diciembre, 2020Por Juan M. VILLA
1.¿Cuál es la novedad? Las noticias falsas o “fakes news” no son una novedad. No es cuestión de idealizar el periodismo de antaño y decir que era el “verdadero periodismo”. Siempre hubo operaciones mediáticas y triquiñuelas de periodistas y medios para obtener algún rédito, inclusive mentir. Lo que sí es innegable es que la práctica periodística se ha transformado notablemente. Además de las facilidades que ofrece la tecnología para su propagación, hay que pensar a las “fakes” como un recurso que se inserta en un dispositivo cultural y en un clima de época que tiene alcances más vastos.
2.Orígenes. Vayamos a los orígenes. El rol del periodismo (léase los periódicos) para el liberalismo político se representa en la idea del “cuarto poder”. Es decir, un poder extra institucional que controla el funcionamiento de los tres poderes del Estado. Ese “cuarto poder” debía canalizar las demandas siendo una especie de intermediación entre la sociedad y el Estado. Esas demandas sociales serían resultado de la deliberación racional de los individuos (hombres, propietarios y letrados) en la esfera pública: he aquí la Opinión Pública, componente esencial de la democracia burguesa. Así imaginada, nunca ha existido en la práctica. La dinámica social es más compleja que la resolución de problemas a través del diálogo racional de individuos ilustrados: hay antagonismos sociales, instancias supraindividuales, mecanismos de coacción, condicionamientos materiales, motivaciones inconscientes, etc.
3.¿Mejor informados? Volvamos al presente, pero con una mirada retrospectiva hacia las últimas décadas. La promesa de la Sociedad de la Información gracias a la irrupción de las TICs ha sido un completo fracaso. La Sociedad de la Información era anunciada, con bombos y platillos, como la sucesora de la Sociedad Industrial. Es decir, tal como lo planteaban intelectuales como Daniel Bell o Alain Touraine, una “sociedad posindustrial”. Pero lo que sustituyó al capitalismo productivo e industrial no fue un virtuoso salto cualitativo de las TICs que propiciara la Sociedad del Conocimiento, sino que la materialidad de la industria fue sofocada por el capital financiero sin límites de circulación. Lo hizo en desmedro de las capacidades regulatorias de los estados nacionales. Ahora si nuestro postulado: estamos cada vez peor informados. Repitámoslo con una variante: con cada vez más medios a nuestro alcance estamos cada vez peor informados.
4.La sobreinformación indigesta. Ignacio Ramonet plantea que una de las caras de la desinformación es la sobreinformación. El bombardeo ensordecedor de noticias, su multiplicación en todos los soportes, sobre todo digitales, y la vertiginosidad de su difusión atentan contra un mínimo proceso de análisis del contenido. En la época de la posverdad, basta con que la noticia (o el titular) coincida con las creencias previas del consumidor para ser replicada sin más mediaciones.
5. Relativismo y conspiranoides. Cómo decíamos antes, las “fakes” se insertan en un contexto de época con determinadas singularidades. Como señala Daniel Feirstein, ha habido un avance del relativismo epistemológico y moral. Es decir, de un relativismo extremo que cuestiona cualquier concepto de verdad científica o moral. Así vemos aparecer, aquí y allá, “terraplanistas”, “antivacunas” y un variopinto cuadro de conspiranoicos que creen, con fe de conversos, en las ideas más extravagantes. Vemos incluso manifestaciones públicas con argumentos medievales que hacen caso omiso de siglos de avance científico y evidencia empírica. Es la resaca de décadas de neoliberalismo que arrasó con todas las certidumbres del Estado de Bienestar. La pérdida de horizontes y la ruptura de los vínculos sociales y comunitarios ha engendrado manifestaciones tenebrosas. En esta etapa de anarco – capitalismo financiero, como escribió Marx para referirse a la modernidad, “todo lo sólido se desvanece en el aire”.
6.¿Sujetos pasivos? Pasemos al análisis de los procesos comunicacionales. Las primeras teorías de la comunicación de masas eran esquemas simples que reducían todo a la lógica de estímulo – respuesta (“la aguja hipodérmica”). La teoría crítica cuestionó los efectos virtuosos de los medios, pero continuó con la idea de un receptor pasivo ante la omnipotencia del poder mediático. A partir de la década del sesenta, comenzaron a formularse miradas que hacían foco en las posibles mediaciones y en la capacidad de los receptores de resignificar los mensajes recibidos. Sin pretender una visión salomónica decimos que los [receptores, audiencias, espectadores, usuarios, consumidores] no son sujetos pasivos y producen algún tipo de decodificación del mensaje recibido. El asunto es que esto no excluye la posibilidad de fenómenos de manipulación.
7.Concentración: el quid de la cuestión. El nivel de concentración de la propiedad de los medios de comunicación es gigantesco. La información y el entretenimiento a nivel mundial está en manos de unos pocos consorcios que ejercen una “dictadura mediática”. Los avances de la tecnología no tuvieron como resultado una democratización de la información para las mayorías. En su lugar, se erigió un discurso único que obturó las posibilidades de un verdadero pluralismo.
8.“Un solo mundo, voces múltiples”. En los años setenta, con el impulso de los Países No Alineados y el apoyo de la UNESCO, se elaboró el célebre “Informe Mc Bride: un solo mundo, voces múltiples”. Allí se señala la necesidad de crear un Nuevo Orden Mundial de la Información y la Comunicación (NOMIC) que balanceara los flujos informativos en virtud de que la circulación de información, noticias y entretenimiento era abrumadoramente unidireccional de norte a sur. El NOMIC fracasó y las asimetrías se han profundizado. Los países centrales imponen la agenda a los países periféricos y demoniza a los descarriados que encaran procesos de independencia económica. Las grandes corporaciones de la comunicación occidentales funcionan en bloque y los medios de estas latitudes replican el mensaje. Para muestra basta un botón: el tratamiento que tuvo la vacuna Sputnik V fabricada por Rusia es elocuente al respecto.
9.El acceso a la información como Derecho Humano. La concentración de la propiedad de los medios de comunicación atenta contra un derecho básico: la del acceso a la información, el pluralismo y la libre expresión de las diversas voces que integran el heterogéneo conjunto social. Para decirlo sin ambages: el monopolio mediático es un escollo para la vida democrática. Paradójicamente, las distintas iniciativas legales que intentaron ponerle límites a la concentración oligopólica de los medios de comunicación, como la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual en nuestro país, fueron catalogadas como avanzadas contra la libertad de expresión.
10. Medios + Jueces + servicios de inteligencia. Los medios son además el principal dispositivo del Lawfare o guerra judicial. En América Latina, como diseño pergeñado en Washington, fue instrumentado para debilitar a los gobiernos populares, desprestigiar a sus líderes y encarcelarlos sin pruebas, como el paradigmático caso de Lula en Brasil. Decimos que los medios hegemónicos son el principal dispositivo porque son los que inician el asedio del que luego, previo guion de los servicios de inteligencia, se fabrican las causas judiciales. El linchamiento mediático asegura que los involucrados sean condenados primero por la opinión pública.
11. ¿Es posible una comunicación alternativa? Desde hace algunas décadas se propone una comunicación alternativa a la de los grandes medios. “Comunicación alternativa”, “comunicación comunitaria” o “comunicación popular” refiere a los procesos de comunicación que desde los sectores populares y las organizaciones libres del pueblo difunden miradas contrahegemónicas y que cumplen un rol fundamental en la comunidad. El problema de estos medios suele ser la escasez de recursos y la imposibilidad de llegar a un público más masivo. Hoy se torna imperioso, si se quiere oponer un discurso a los medios hegemónicos, apoyar a los medios alternativos, fortalecer a los medios públicos y facilitar el surgimiento de medios privados de mayor alcance. En ese terreno se libra la madre de todas las batallas, la batalla cultural.